Uno de los días más esperados del viaje: el momento en el que navegaríamos por el río Carrao hasta llegar a la base del Auyantepuy. Fueron cuatro horas de recorrido que valieron completamente la espera cuando por fin nos encontrábamos a los pies de la caída de agua más alta del mundo, el Salto Ángel.
Antes de empezar la aventura por el Salto Ángel, llenamos nuestros cuerpos de energía con un delicioso desayuno que nos dieron en el campamento Ucaima. Partimos en la curiara y luego de 10 minutos hicimos la primera parada en la comunidad indígena de Mayupa.
Según nos explicó Dakó, uno de los guías del campamento, en este lugar se detienen los turistas para ponerse repelente antimosquitos e ir preparados durante la siguiente media hora de caminata. Este recorrido se hace a pie y por tierra para mayor seguridad de los viajeros, ya que en la zona los rápidos son más intensos; además, es una oportunidad para observar ese tramo desde otra perspectiva.
Embarcamos nuevamente en la curiara y unos minutos después nos detuvimos en el llamado “pozo de la felicidad”, una piscina natural donde puedes disfrutar de un baño relajante mientras te comes un snack rodeado de la flora y la fauna del lugar.
No podíamos seguir adelante sin probar algo típico de la zona, el “Kasiri”, una bebida fermentada a base de yuca y batata que te brinda un shot de energía y vitalidad necesario para aguantar las próximas tres horas de recorrido. Es un clásico de la localidad indígena, pues sus habitantes tienen la creencia de que este líquido espirituoso hace volver a la gente a Canaima.
Merendamos y continuamos navegando, a lo lejos ya comenzaba a verse “El Oso” en la cima del tepuy, una cornisa amplia de piedra que lleva este nombre precisamente por su forma similar al animal. Divisar esta estructura rocosa es una señal de que estás a mitad del camino hacia el Salto Ángel.
Dejamos atrás el río Carrao y nos encauzamos en las aguas del río Churun, cuyo afluente lleno de rápidos proviene, en parte, del Salto Ángel. Me atrevería decir que este trayecto fue uno de mis favoritos del viaje porque estábamos cada vez más cerca de nuestro destino.
Mientras navegábamos teníamos una vista panorámica de la meseta del Auyantepuy, una formación sumamente imponente que existe desde hace 2000 millones de años, cuando en la tierra había un solo continente llamado “pangea”, no había vida e incluso antes de los dinosaurios.
Para los pemones, sus cimas son emblemáticas, pues tienen la creencia de que allí habitan dioses. Hace miles de millones de años estas mesetas eran superficies planas, pero gracias a la erosión se han convertido en lo que vemos hoy en día.
Casi todos los tepuyes se encuentran en Venezuela, específicamente, en el Parque Nacional Canaima. Las altísimas paredes verticales de hasta 3.000 metros han hecho de estas formaciones naturales unas auténticas islas para animales y plantas. Por esta razón, las especies de la zona han evolucionado por su cuenta y son totalmente endémicas.
¿Sabías que en las cimas de los tepuyes se pueden encontrar desde plantas carnívoras hasta ranas que ruedan en lugar de saltar? Y no solo eso, también se consiguen bosques, cascadas y cuevas que siguen siendo un enigma para los geólogos y exploradores del mundo.
Continuamos nuestra expedición hacia el Salto Ángel y te recomiendo que te mantengas atento porque en cualquier momento verás cuatro rocas que destacan en la superficie del tepuy. Se llaman “Los Cuatro Testigos” y verlos significa que estás más cerca de lo que crees de la caída de agua más grande del mundo.
Otro indicador de que estás por llegar es el recorrido de piedras que te rodeará al navegar por el río, donde hay una que resalta por su forma particular, muy similar a la de un caimán. Se le conoce como “Piedra del Caimán” y te prometo que te sorprenderás por el parecido que tiene con el reptil.
Nos detuvimos un rato a orillas de Los Cuatro Testigos para tomar una siesta. Seguimos avanzando y de manera inesperada, a los pies del río Churun, apareció la caída de agua más grande del mundo, el Kerepakupai Merú, mejor conocido como el Salto Ángel. Es difícil expresar en palabras lo imponente que es esta maravilla natural, las fotos y vídeos no le hacen justicia a su inmensidad, un tepuy de 979 metros de altura.
Finalmente, llegamos al campamento Ucaima II, un lugar donde predomina el contacto con la naturaleza. Allí nos esperaban unas acogedoras cabañas para darnos nuestro merecido descanso en medio del paraíso después de cuatro horas en curiara.
Cenamos, nos regocijamos con la vista del cielo despejado y estrellado sobre el Salto Ángel y recargamos energías para el día siguiente. Esa mañana el Salto amaneció nublado, ya que las condiciones climáticas de la zona son muy cambiantes.
Llegó el momento de embarcar hacia la isla Ratón, así que preparamos la indumentaria: traje de baño, ropa deportiva larga que te cubra las piernas para disminuir las picaduras de los mosquitos, dos cambios de medias (calcetines) y zapatos deportivos o de trekking, preferiblemente.
Comenzamos a subir el Auyantepuy que en lenguaje Pemón significa “La Montaña del Diablo”, pues los indígenas creen que en el lugar habitan espíritus malignos. El camino hacia el Salto Ángel está lleno de piedras y raíces que parecen enredaderas en el suelo. Dakó, nuestro guía, nos explicó que no es común ver animales por la cantidad de gente que visita el área.
Caminamos durante unos 40 minutos por el sendero y luego por otra media hora, por lo que fuimos muy cautelosos para no lastimarnos. Por fin llegamos al mirador y el encanto del Salto es inigualable, desprende una energía que no encontrarás en ningún otro lugar del mundo. Visitar este rinconcito del planeta es un lujo que definitivamente no tiene precio.
Luego de un buen rato, volvimos al campamento Ucaima I con mucha nostalgia, pero yo jamás me despediría del Salto Ángel, porque después de verlo necesito volver a él. Solo me queda agradecer a Canaima y a Venezuela por ofrecerme la experiencia más inolvidable de toda mi vida. Te invito a conocer las maravillas de mi país a través de mi lente, pero ojalá algún día puedas vivirlo y darte tu propio baño de juventud en las aguas del Salto Ángel.