El Parque Nacional Canaima es un lugar sin par que ha maravillado a cientos de turistas en el mundo. En él se esconden diversos atractivos turísticos, tales como la Laguna de Canaima y el salto El Hacha. Tuve el privilegio de navegar por las aguas de este paraíso natural para conocer las cascadas más famosas de la zona y ahora quiero compartir mi experiencia contigo.

En Canaima, el trayecto en la curiara es como estar en una película o experimentar un viaje en el tiempo. Lo más lindo es que no soy la única que lo ha vivido. A lo largo de su historia, en la posada del campamento Ucaima han plasmado en papel las palabras de agradecimiento de muchísimos turistas de distintos países del mundo que han tenido la oportunidad de conocer la laguna de Canaima y esta parte de nuestro estado Bolívar.

La nostalgia de sus visitantes es la prueba viviente de que quien llega a Canaima nunca se despide realmente del lugar. En mi caso, me llevé en el corazón los coros entonados por los niños pemones, las vivencias de quienes pisaron estas tierras antes que yo y, por supuesto, la energía positiva que despertó este increíble viaje en mí.

Encendimos los motores en la laguna de Canaima

Comenzamos a navegar por la laguna de Canaima y la primera belleza que logramos avistar fue el salto Ucaima, una caída de agua súper imponente que te recomiendo ver de frente para poder apreciar su grandeza.

Aunque solo puede verse de lejos, a medida que avanzas te encontrarás con otros saltos como El Sapo y El Hacha donde sí puedes caminar detrás de la caída de agua y refrescarte sintiendo la bruma en tu piel. Definitivamente, son un clásico del turismo de esta región.

Si decides venir, seguramente te enterarás de algunas leyendas curiosas sobre las aguas dulces de la laguna de Canaima. Nuestro guía del campamento nos contó una de tantas cuando en el camino nos topamos con una piedra que se asemejaba mucho a la figura de un tiburón. Se dice que los chamanes convertían en piedra a los animales, espíritus y dioses como castigo.

Así seguimos nuestra caminata por esos lugares cargados de historias, con paciencia y precaución, hasta que por fin llegamos al salto El Hacha. Es una parada mágica, te quedas maravillado con la fuerza del agua y puedes aprovechar para darte un baño relajante. Te recomiendo que vayas preparado con equipos a prueba de agua o algún protector para documentar el momento sin miedo.

El salto El Sapo no se quedó atrás. Para llegar a él tuvimos que caminar por un rato más y lo más interesante del recorrido fue la variedad de paisajes. Pronto comenzó a escucharse el sonido del agua, significaba que estábamos cada vez más cerca.

Finalmente, llegamos al mirador del salto El Sapo, una formación rocosa de más de dos mil millones de años que se mantiene firme y nos brinda sus espacios para que podamos disfrutar de la increíble vista de la laguna y la vegetación que la rodea.

Una tierra de orgullo

Como la historia se repite, en este punto quiero recapitular algo muy lindo que te comenté al principio y una de mis anécdotas favoritas del viaje, porque me hizo sentir aún más orgullosa de haber nacido en una tierra bendecida como Venezuela.

Desde los años 50, en la posada del campamento Ucaima han recolectado fotos y por supuesto, testimonios de los venezolanos y extranjeros que han estado en Canaima. Es impresionante abrir el libro de experiencias y leer escritos en árabe, francés, inglés e incluso en japonés y mandarín.

Aunque cada quién habla de Canaima desde sus ojos y vivencias, todos coinciden en que se trata de un lugar único y especial en el mundo. Al igual que estos visitantes del pasado, creo que a pesar de ser una experiencia corta, es tan intensa que cambia tu perspectiva.

La noche antes de volver a mi ciudad, Caracas, Canaima me despidió con un atardecer indescriptible, una vista tan perfecta como un cuadro pintado por un artista. Sin dudarlo, llevaré a este pedacito de mi país en mi mente y en mi corazón a donde sea que vaya. Solo me queda agradecer a Canaima y a su gente, volveré cada vez que pueda.